martes, 9 de julio de 2013

Si todos fueran mios...

Ayer volví a trabajar. Ayer mi pitufito se quedó por primera vez el día entero en la guardería. Ambos acontecimientos obtuvieron resultado: success.
Apenas salí del trabajo me sentia contenta. Pero no me aguaté la ansiedad y lo llamé a Lea. Él iba a ir a buscar al pitufito al jardín, nos ibamos a encontrar en Cabildo y Congreso y nos ibamos a ir a visitar a la bisabuela. Pero quería saber YA como le habia ido a Franquito en su primer día completo en el jardin. Lea me dijo que perfecto, lo pasó genial, sin sobresaltos, feliz, jugando, durmiendo y tomando memas. FELIZ FELIZ FELIZ! Asi me sentí entonces. Fui a comprarle caramelos a Lea. Los que más le gustan porque quería darle una sorpresita.
Cuando los vi ahi en la esquina no me alcanzaban las piernas para correr a besarlos y abrazarlos a los dos y besarlo más y de nuevo y de nuevo.
Caminamos los tres juntitos hasta el subte. Ibamos charlando, mientras el pitufito miraba todo muy tranquilo, apoyado en el pecho de Lea, con muchas ganas de dormirse. Mientras Lea me contaba lo que le había dicho la señorita del jardin de Franco y mientras me contaba de su día en la residencia, ya sentados en el vagón del subte, yo le pelaba algunos caramelos y se los daba porque él sostenia al baby. Charlábamos cuand subió un hombre para pedir. Con una voz muy muy estridente que casi no nos dejaba seguir hablando empezó su speech, pero no llegué a escuchar nada porque estaba más concentrada en lo que me molestaba lo fuerte de su voz que en lo que decía.
Hasta que vi que en los hombros llevaba a un nene a upa. Era un nene de unos 5 años.
Nos miraba a Lea a Franco y a mi, casi sin expresión. Yo lo miré a él y lo miré a Franco y pensé en las realidades absolutamente que vivian los dos nenes. Ahi estaba yo hablando de lo contenta que estaba con la guarderia que gracias a Dios podemos pagarle a nuestro hijo. Pensando en que quiero todo lo mejor para mi hijo. Quiero lo más lindo. Lo más nuevo. Quiero todo para él. Y ahi estaba el otro nene, siendo un expectador de cómo yo le daba caramelos a mi marido mientras él abrazaba a nuestro bebé y mientras hablábamos de todo lo que le queriamos dar y él, sin nada. me entristecí muchisimo porque sentí que el nene estaba mirando lo que él desearia tener.
Y no es que de repente vivo en una burbuja y recién descubrí América con este tipo de realidades que uno ve en la calle a diario. Obviamente me crucé infinitas veces con este tipo de situaciones en la calle, en el subte, en el tren. Pero esta vez lo sentí distinto. Me dolío más que antes. Ser madre lo cambia todo.  No le di plata al padre pero lo miré al nene, levanté el brazo bien alto para llegar a él y darle caramelos. Él vio mi intención y extendió su bracito hacia mi para agarrarlos, siguió sin expresión en su cara.
Su papá siguió caminando a lo largo del vagón para recolectar lo que le quisieran dar y él mientras pelaba los caramelos. Cuando volvió a pasar por delante nuestro lo miré y me miró unos segundos aún sin expresión y de repente me regaló una sonrisa enorme. Le sonreí y me largué a llorar cuando se bajó del tren. Haber podido cambiarle esa expresión de nada a un nene, aunque sea por un segundo, por una sonrisa me conmovió profundamente porque no me lo esperaba.
"Si todos fueran mios, los cuidaria como a Franco" le dije a Lea llorando. Entonces él me besó, me abrazó y me dijo que era una gran mujer. Espero que un día mi hijo piense lo mismo.